Crónicas de un futuro pueblo fantasma
Casasola, Ávila. Apenas un puñado de habitantes, que menguan año tras año. Van muriendo poco a poco y en este pueblo no nace nadie. Escribiendo sobre el pueblo de mi madre siento que escribo la crónica de un futuro pueblo fantasma. Cuando llegué, a primeros de agosto, la gata de mi abuelo había tenido gatitos hacía muy poco, y los escondía en un solar detrás de nuestra casa. Una piedra pegada al muro permitía que los niños se subieran a verlos y, para cuando yo los vi por primera vez, ya se habían convertido en la atracción turística del pueblo. Les pusieron nombres e intentaron convencer a sus padres para llevarse a alguno de los cuatro pero nadie logró hacerse con ellos. Unos amigos de Ávila se llevaron dos de los gatitos, los más mansos, y los otros dos pese a quedarse con su madre, probablemente tengan un porvenir bastante duro, ahora que mi abuelo ya no vive en el pueblo en invierno. Limpiando el garaje, apareció una bicicleta amarilla, una de las primeras que tuvimo