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Mostrando entradas de octubre, 2018

Crónicas de un futuro pueblo fantasma

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Casasola, Ávila. Apenas un puñado de habitantes, que menguan año tras año. Van muriendo poco a poco y en este pueblo no nace nadie. Escribiendo sobre el pueblo de mi madre siento que escribo la crónica de un futuro pueblo fantasma. Cuando llegué, a primeros de agosto, la gata de mi abuelo había tenido gatitos hacía muy poco, y los escondía en un solar detrás de nuestra casa. Una piedra pegada al muro permitía que los niños se subieran a verlos y, para cuando yo los vi por primera vez, ya se habían convertido en la atracción turística del pueblo. Les pusieron nombres e intentaron convencer a sus padres para llevarse a alguno de los cuatro pero nadie logró hacerse con ellos. Unos amigos de Ávila se llevaron dos de los gatitos, los más mansos, y los otros dos pese a quedarse con su madre, probablemente tengan un porvenir bastante duro, ahora que mi abuelo ya no vive en el pueblo en invierno. Limpiando el garaje, apareció una bicicleta amarilla, una de las primeras que tuvimo

Caminando a Santiago

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En un momento del verano de absoluto aburrimiento, con los días grises y sin apenas quedar con nadie, Leyre, una amiga del Nebrija, me propuso hacer con ella el Camino De Santiago. No tardé ni un día en decidirme a ir. Mi madre no me echó de casa, pero habría tenido legitimidad para hacerlo; al fin y al cabo, lleva años y años insistiendo en hacer el Camino. Y tras toda la vida diciendo que no, una amiga me convenció en cinco minutos. Por si fuera poco, el propósito de mi madre siempre ha sido el de empezar en Burgos, con mis primos, y allí fue donde fui al encuentro de Leyre, que ya llevaba caminado desde antes de Roncesvalles. En Burgos, la primera parada, el albergue municipal estaba frente a la sede de Izquierda Unida, donde por la noche parecían estar de fiesta. Por la mañana, al despertarnos a las 6 de la mañana, el albergue ya estaba vacío. Al lado de la sede de IU, un bar hacía su agosto sirviendo desayunos a peregrinos. Caminamos hablando sin parar hasta bien entrado el me