Enterran sementes
5/12/17
En clase de Introducción
a las Relaciones Internacionales vimos otra película, Desaparecido. Está basada en una historia real, la de la
desaparición de Charles Horman, un periodista estadounidense desaparecido en Santiago
de Chile la semana del 11 de septiembre de 1973, tras el golpe de Estado de
Augusto Pinochet que puso fin al Gobierno del Frente Popular de Salvador
Allende. Tras la desaparición del joven estadounidense, de ideas más bien
izquierdistas, su esposa y su padre se dedicaron a encontrarlo y a intentar
entender cómo y por qué había sido hecho desaparecer. Alerta spoiler: los
propios militares estadounidenses estaban detrás de todo. Tras entender que a
Horman lo habían asesinado por haber descubierto el papel de Estados Unidos en
el golpe, su padre, un conservador que cree en los valores estadounidenses y
lleva años enfadado con su hijo por su visión negativa del capitalismo, tiene
una conversación con los diplomáticos americanos en Chile. En una de las
últimas escenas, el hombre, devastado ante la pérdida de su hijo, les pregunta
por qué lo han hecho, por qué han dado el visto bueno, por qué han permitido
que maten a su hijo. Los diplomáticos entonces le explican que en Chile hay
montones de empresas estadounidenses que quebrarían si el socialismo se
impusiese en el país. Horman no era más que un daño colateral en un proceso
necesario por la defensa del modo de vida norteamericano. Tras haberle
confesado el crimen, el padre de Horman inició un proceso judicial contra estos
diplomáticos. El cuerpo de Horman tardó varios meses hasta ser repatriado (demasiado
tarde para realizarle la autopsia) y las pruebas que inculpaban a la Seguridad
Nacional de EEUU fueron archivadas por razones de “seguridad nacional”. El caso
sigue abierto. Y es una historia real.
En el ensayo sobre la
película, me centré sobre todo en el intervencionismo estadounidense en América
Latina. Desde la Doctrina Monroe (“América para los americanos”), el Gobierno
estadounidense ha estado detrás, de un modo u otro, de incontables golpes de
Estado, guerras civiles y dictaduras. A día de hoy, quedan muy pocos países sin
haber sufrido este intervencionismo. Como el caso de Chile es probablemente el
más conocido y del que trataba la película, también hablé del Gobierno de
Allende y el golpe de Estado, y brevemente sobre la dictadura de Pinochet y
cómo murió sin ser juzgado por sus crímenes. Otro más. Ello me recuerda a
Argentina y cómo allí no han tenido reparos en “remover el pasado”, juzgando a
los responsables de los “vuelos de la muerte” durante su dictadura.
Augusto Pinochet murió
sin ser juzgado por los incontables delitos de los que fue culpable. “El
dictador murió en la cama, pero la dictadura murió en la calle” dice una de las
frases del pasillo de mi facultad. La película de Costa-Gavras estuvo prohibida
en Chile hasta el año 2000, no hace tanto tiempo. Todo esto de la memoria
histórica nos resulta mucho más lejano de lo que es en realidad. Quizá lo que están haciendo en Argentina no sea desenterrar el pasado ni removerlo, sino precisamente enterrarlo. Si la herida no se cerró en su momento y ahora está infectada, habrá que desinfectarla, aunque duela, para curarla y poder seguir adelante. Al menos eso creo yo.
Paloma y yo llevábamos
desde septiembre posponiendo la visita a la exposición de los dibujos de
Castelao hasta que el sábado vi que la retiraban el domingo. Tres meses de
exposición y acabé yendo el último día.
Camino del museo, que
estaba al lado de Sol, quedaban varios carteles de la manifestación del día
anterior. “La manada somos nosotras”, decía uno. “Yo sí te creo”, rezaba otro.
Sin contar la Puerta del Sol, que ya he visto varias veces, sigo caminando por
las calles de Madrid mirando los edificios de mi alrededor, observando lo que
me rodea a través del continuo bullicio de gente. Me pregunto cuándo dejaré de
parecer una turista, o si estoy condenada a ser foránea para siempre.
Los dibujos de Castelao,
impresionantes. Pero las frases que los acompañan, los pequeños comentarios que
escribe Castelao a pie de cada imagen, esos sí que merecen la pena. ¿Una imagen
vale más que mil palabras? Si se trata de Castelao, la combinación de ambos es
la clave.
Estaban ordenados cronológicamente.
Uno, datado de 1914, y que mostraba un paisaje rural, decía: “Galicia duerme.
Problema. ¿Debe despertarse?”.
Muchos de los dibujos
criticaban el caciquismo, a la Iglesia… y tenían escrito en una esquina la nota
de «Prohibida la reproducción en Galicia».
“Yo creo que los caciques
no son representantes del Gobierno; el Gobierno es el representante de los
caciques”.
“Cuando el arca esté
llena seremos ricos.” Dice un banquero. “E quen terá a chave?” pregunta un
campesino.
“Tu difunto padre jamás
dudaba del triunfo. Cuando no querían votarme a mí, él los obligaba a fuerza de
bofetadas.”
“Hay que defender a
España” dice un personaje. “Mellor sería que España nos defendese a nos”
contesta el otro.
“Ben fan as cousas cando
queren! Escapóuselles meterme no censo electoral, pero... non se esqueceron de
chamarme cando entrei en quintas”.
Una mujer con un niño pequeño:
“Aunque o meu home vai fóra non terei voto, pero seguirei pagando tódolos
trabucos”.
Más adelante, un dibujo
desgraciadamente premonitorio de 1930 decía: “¡Seguide quedos e calados, porque
senón vai vir outra ditadura!”.
Un par de carteles
grandes y llamativos con el lema: “Para que a nosa terra sexa nosa, vota o
Estatuto”
Y, como no podía ser de
otro modo, llegaron los dibujos sobre la guerra. Los dibujos en sí ya eran
duros, pero las frases le daban ese toque irónico que los hacían más tristes todavía,
si cabe.
En uno, aparecía una
mujer rezando frente a un crucifijo, exclamando: “¡Queiman, rouban e asesinan
no teu nome!”.
“Todo pola patria, a
relixion e a familia”.
“A derradeira lección do Mestre”.
“Algunha vez chegan tarde”.
“Pa que ergan o puño”.
“Non enterran cadáveres;
enterran sementes”.
“Van a matarnos; pero
venceremos”.
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