Y la vida sigue
3/10/2017
Llegó el 1 de octubre, con
todas sus consecuencias pero, tras 24 horas y como cualquier otro día, acabó,
dejando tras de sí terribles portadas de periódicos, varios cientos de
catalanes heridos, un país más dividido que casi nunca… bueno, y un 2 de
octubre. Desoyendo el consejo de mis profesores, he rehuido de la prensa. Por
una vez, no quiero saber más de lo que pasó, no quiero ver más imágenes de
políticos de traje votando o criticando votaciones ilegales mientras mandan al
pueblo en su nombre, diciendo los de uno y otro bando defender la democracia…
desde la seguridad de sus hogares, quizá viendo las imágenes de la violencia
que ellos han causado, sin querer aceptar lo sencillo que era haber evitado la
sangre. Me acuerdo del chico de Moncloa, el que mostraba orgulloso su bandera. Pienso
en otros muchos chicos y chicas que defendieron ayer otra bandera y unas urnas.
Me pregunto si todavía creen en los políticos sin corazón que los han
abandonado a su suerte. Pero, sobre todo, a 2 de octubre y con la batalla lejos
de terminar, me pregunto, hoy más que nunca, hasta dónde están dispuestos a
llegar por una bandera.
Según mi profesor de
historia, durante el largo siglo XIX (desde la Revolución Francesa hasta la
Primera Guerra Mundial), se sucedieron tres movimientos políticos: del
liberalismo a la democracia, nacionalismo y movimiento obrero y socialismo. En
la transición del absolutismo al liberalismo y a la democracia liberal se
consiguieron libertades individuales: libertad económica, política y de
pensamiento. Pero, como decía Tocqueville, la igualdad de condiciones es tan
compatible con la tiranía como con la libertad. Y nos queda el nacionalismo.
Para mi profesor, el
liberalismo, la democracia, el nacionalismo y el socialismo se pueden combinar
unos con otros. Sin embargo, el nacionalismo causa cierta tensión con la
democracia liberal, pues ante un conflicto entre los derechos individuales y
los derechos de la nación, la soberanía reside en la nación, no en sus miembros
individuales. En definitiva, primero la bandera y luego tus derechos.
El profesor de Introducción
a las Relaciones Internacionales nos habló de la buena fama que tiene nuestro
doble grado.
-Con la nota de corte con la
que habéis entrado, espero no tener que poner ningún suficiente.
Nos habló de la importancia
de empezar desde ya a trabajar y no dejar las cosas para el último momento.
Dijo que nos esforzásemos para conseguir matrícula de honor, que solía irles
bien a sus alumnos que la conseguían. Siguió hablando sobre su asignatura y
sobre la facultad.
-Ya sabéis que de esta
facultad salen movimientos antisistema y algunos acabaron convirtiéndose en un
partido político. Bueno, está la cuestión de si se deben aceptar en el sistema
partidos antisistema, que recuerda a aquello de si se debe tolerar a los
intolerantes o si, haciéndolo, estos acabarán con la tolerancia.
Me acordé de la clase de
Teoría Sociológica Clásica de la semana anterior en que el profesor citó a
Rousseau y El contrato social para
explicar que, al votar en unas elecciones, los ciudadanos se adhieren a un
contrato social. Si alguien se niega a cumplirlo después de haberlo firmado,
hay que “obligarle a ser libre”. Sócrates decía que, si esas leyes que el
ciudadano “firma” al votar no le convencen, debe intentar cambiarlas mediante
los mecanismos legales. En las constituciones, por ejemplo, se especifican los
métodos para modificarlas. En definitiva, para tener legitimidad cambiando un
sistema hay que adaptarse a él y rehacerlo desde sus propios términos.
-Uno de los alumnos a los
que di matrícula de honor en esta misma asignatura cuando estaba también en
primero -continuó el profesor-, hace más de diez años, fue uno de los
fundadores de uno de esos partidos antisistema… ¿cómo se llamaba? Ah, sí, Íñigo
Errejón.
Nuestro profesor de RRII nos
adelantó una fecha importante. Si para entonces todavía estamos vivos, nuestra
graduación será el 26 de junio de 2022. Eso sí que son ganas de perdernos de
vista.
-Si yo también llego vivo,
asistiré a vuestra graduación, pues no me jubilo hasta septiembre de ese mismo
año. Y, por supuesto, cuento con que todos tengáis trabajo el 1 de enero de
2023.
La mañana del 3 de octubre,
Somosaguas amaneció protestando. En la Facultad de Políticas y Sociología, las
paredes hablan, siempre han hablado (Mientras
los medios sigan mintiendo, las paredes seguirán hablando, dice una pintada
delante del baño de chicas). Las columnas tienen retratos, nombres y breves
biografías de los últimos estudiantes asesinados a manos del franquismo. Entre
los carteles de las asociaciones, las pintadas mayoritariamente antisistema y
algunos dibujos y poemas que son simplemente arte, apenas queda espacio en las
paredes para una protesta más. Supongo que por eso la facultad estrenó una
nueva dimensión de protesta.
Nada más entrar por la
puerta principal esta mañana, en vez del enorme cartel que anuncia una asamblea
y cuelga en medio del hall, lo primero que vi fue la pintada. Una pintada
gigante de varios metros de largo y ancho, con letras mayúsculas azules fáciles
de leer. “NO EN NUESTRO NOMBRE. SOLIDARITAT AMB CATALUNYA.” Varias personas
fregaban para borrarlo, en vano. En frente de las escaleras del otro extremo
del pasillo (al lado de la réplica del Guernica de Contrapoder), otra pintada
ocupaba todo el ancho de un pasillo de varios metros: “ESTADO FASCISTA Y
REPRESOR”, al lado del símbolo anarquista. A las 3, cuando salimos de clase,
todavía intentaban borrarlo con productos de limpieza que olían muy fuerte,
pero no había forma de eliminar las pintadas. Las hicieron a conciencia.
Al mediodía, un chico y una
chica de mi mesa discutían sobre Cataluña. No eran de los siniestros; habían
comido más temprano y yo salgo tarde de clase. La chica decía que las fuerzas
de seguridad se habían pasado con la represión, mientras que el chico
argumentaba que los policías hicieron lo que tenían que hacer: seguir órdenes. “Unos
siguiendo órdenes de su president: a votar”, pensé yo. “Otros siguiendo órdenes
de su presidente: evitar que voten. ¿Quién tiene la culpa, los peones o la mano
que los mueve?”.
-Si un policía te dice que
le des la urna, tienes que darle la urna, tienes que obedecer, y si te
resistes, tiene que quitártela como sea -aseguró el chico.
-Pero ¿tanto les costaba
dejar que votasen y luego coger al día siguiente y decir que ese referéndum no
era válido? -protestó la chica.
-De lo que tenían miedo es
de que mucha gente participase y saliera un Sí mayoritario -añadió otra
persona.
-¿Puedo levantarme? Tengo
clase -le preguntó Marta, la chica de Relaciones Internacionales de A Coruña, a
un veterano sentado en frente de ella. El veterano asintió y Marta le dio las
gracias. Genial, un veterano en la mesa, lo que faltaba.
El chico que había
protestado antes seguía quejándose por algo y el veterano, sin mediar palabra,
le cogió el vaso, lo llenó hasta la mitad de aceite, y se lo dejó delante,
mirándolo fijamente a los ojos.
-Pero esto es mucho…
-protestó el novato.
El veterano no dejaba de
mirarlo, desafiante, sin pestañear.
-Bébaselo.
La chica con la que el
novato había discutido antes le apremió:
-Bébetelo antes de comerte
la naranja, así no te quedará el sabor. Créeme, lo tenéis mucho más fácil que
el año pasado, que nos hacían beber vinagre en vez de aceite.
La miré, incrédula. Tan
demócrata y protectora de los derechos humanos para unas cosas, tan conformista
para otras…
Estuve a punto de levantarme
de la mesa, supongo que en señal de protesta, pero no habría cambiado nada. De
habérmelo dicho a mí, me habría negado a beber aceite, pero no puedo decirles a
los demás lo que deben o no deben beber. De todas formas, sigo sin entender
cómo beber aceite puede ayudarte a integrarte y hacer amigos.
Una chica de mi clase
observaba, sonriente, cómo el novato bebía un vaso de aceite. No creo que
disfrute viéndolo sufrir, tan solo estará contenta de que no le ha tocado a
ella. De todas formas, me cuesta creer que, habiendo visto la rebeldía de su
facultad en donde hablan hasta las paredes, la osadía (y temeridad) de
quienquiera que pintase los suelos, consciente de que podría ser expulsado por
ello… después de entrar en la República Independiente de Somosaguas, me cuesta
creer que sea tan conformista. Más que creerlo, me cuesta aceptarlo.
Las pintadas no sirvieron
para nada. Los dibujos, las frases, las asociaciones, los sindicatos… Nada
sirve para nada si seguimos aceptando las pequeñas injusticias.
Una vez más, protesto.
Comentarios
Publicar un comentario
Las palabras son el arma más poderosa del ser humano. Úsalas sabiamente.