Tengo prisa, llego tarde
Madrid, siempre con tanta prisa, termina por acabar con las personas, convertidas en cuerpos con prisa, que llegan tarde y se estresan, se agobian, se empujan para llegar un segundo antes. Corro para coger el bus; el conductor nos avisa mediante señas de que entremos por la puerta trasera. Se abre y las personas de dentro se juntan un poco más para hacernos un pequeño hueco. Dentro del autobús hace mucho calor, huele a sudor y no existe el espacio personal. Apenas puedo moverme sin pisar o empujar a alguien, y solo pido que no haya más tráfico de lo habitual. Quedan diez minutos para las nueve cuando llegamos a Pozuelo y tomamos el desvío hacia el campus, a menos de un kilómetro para llegar. Y el autobús se detiene. Una enorme caravana ocupa la carretera delante de nosotros. La semana pasada hubo varios accidentes en la carretera a Somosaguas y teníamos examen. La mayor parte de la clase tardó más de dos horas en hacer un recorrido que no suele llevar más de diez o quince minut