Un lugar en el infierno para los neutrales
22/04/18
Se convocó una reunión urgente con todos los nuevos
que hablamos por el grupo en aquella discusión. El grupo minoritario nos sentamos en un lado del salón del rey; el grupo mayoritario se sentó enfrente de
nosotros. El director habló poco tiempo, mostrando su incredulidad ante lo que
había pasado en el grupo, y nos instó a explicarlo. Andrés, el siniestro que
insultó (como respuesta a un insulto del otro bando) fue el primero en hablar,
disculpándose por lo que había hecho. El otro chico que insultó permaneció en
silencio toda la reunión. De hecho, las miradas bajas y bocas cerradas eran
generalizadas en el otro bando, una especie de pacto de silencio en que se
notaba la tensión entre ellos, una promesa de que nadie hablaría.
Inevitablemente, uno de los siniestros dijo lo
evidente: que aquel incidente en el grupo era el resultado de una tensión que
se había mantenido durante todo el curso por no haber participado en las
novatadas. Hablamos los siniestros con dirección bajo la mirada de los otros
colegiales, que no decían nada. Cuando el director les reprochó su silencio,
Clara y Alberto defendieron que durante el curso habían hablado con todo el
mundo y no marginaban a nadie por las novatadas, pero el director les reprochó
permitir que los demás sí lo hicieran, no posicionarse en contra de lo que
sabían que era injusto.
-¿Habéis leído La
Divina Comedia, de Dante? Hay una parte en que dice que en el infierno hay
un lugar reservado para los neutrales.
No le faltaba razón, aunque quien más se merece el
reproche son los férreos defensores del injusto sistema de las novatadas; los
novatos, seminuevos y veteranos que se dedican a mantener un sistema que ya era
así cuando Franco se sentó en el sillón del salón de actos, en la inauguración
del colegio hace casi setenta años. Mismos edificios, mismas cañerías y mismo
sistema antidemocrático de novatadas.
Aunque no se merezcan el reproche tanto como otros,
males menores evitan males mayores. Son ellos, los neutrales, los que no están
del todo convencidos, los que tenemos que ganarnos y unir a nuestra causa. Los
que nos harán ganar esta guerra contra la irracionalidad de una tradición que
no debería caber en mentes mínimamente progresistas. Quizá tengamos que ponerlos
en algún que otro aprieto, pero será un pequeño mal que nos ayude a lograr un
bien para todos nosotros y para los futuros colegiales. No es que el fin
justifique los medios, pero males menores evitan males mayores. Maquiavelo
tenía razón.
La revolución será siniestra o no será. Cuando se
marcharon el resto de los colegiales y siniestros de aquella reunión que no
sirvió para mucho, el director nos pidió a Leyre y a mí que nos quedáramos para
hablar sobre el papel del “asko muerid”, sobre el cual el director encontró
pruebas para evidenciar que era muy probable que hubiera sido nuestro principal
sospechoso. Después, empezamos a hablar sobre otros temas y sobre el año que
viene. Vino Julio, indignado por dos motivos: el primero, que de casualidad
había oído a todos los colegiales que habían mantenido aquel pacto de silencio
durante la reunión hablando sobre el tema en su pasillo, diciendo todo lo que
no se habían atrevido a decir en nuestra presencia; el segundo, que alguien le
había dicho que en las elecciones de principio de curso solo se presenta un
candidato porque hacen unas primarias en que solo los renovados no siniestros
tienen derecho a voto. Lo que ocurrió durante el resto de la reunión supongo
que es confidencial. Yo no tengo reparo en contarlo, pero si lo hago
probablemente en menos de un día mi blog desaparezca de Internet, y lo peor es
que habría sido fuego amigo. Por ello me limitaré a decir que en aquella
reunión sentí que estábamos repartiendo ministerios en un extraño pacto de
gobierno. O tomando las instituciones en alianza con el gobierno en contra de
los poderes extraoficiales. Recuperando la soberanía nacional del colegio que
fue robado por un sistema no oficial que aplasta a la disidencia. Y no sigo,
que no quiero acabar como Cifuentes, derribada por mis propios compañeros.
25/04/18
Hoy fue el aniversario de la revolución de los
claveles, en Portugal, y un compañero de clase llevó un clavel en el bolsillo
de la camisa. En la reunión de Amnistía, vino Yasmín, una chica del grupo universitario
de la tristemente célebre URJC. Nada más verla, supe que la conocía de algo.
Ella también se me quedó mirando.
-¿Tú no estabas en el torneo de debate del INJUVE?
En efecto, y no solo eso. Ya la conocía de antes; la
había visto en la reunión de nuevos activistas en octubre. Y por eso su cara me
sonaba en el torneo de debate, pero había sido incapaz de ubicarla.
-Hace dos semanas estábamos debatiendo en un torneo
del PP y ahora aquí, de activistas en Amnistía Internacional.
-¿Qué? -exclamó Marta con los ojos como platos-. ¿Un
torneo del PP?
Me eché a reír antes de explicarle a Marta que el
torneo había sido organizado por el INJUVE, que pertenece al Ministerio de
Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, por tanto al Gobierno, como
consecuencia al PP. De ahí a que lo organizase el PP hay distancia. Pero,
honestamente, el mundo del debate es, en general, bastante conservador.
8/05/18
Llegó mayo, con un primero de mayo ligeramente
reivindicativo en la ciudad de Lugo. No sé hasta qué punto fue más o menos
seguida la manifestación, por dos razones. La primera, acostumbrada ahora a las
manifestaciones madrileñas, la más masiva de las reivindicaciones lucenses me
parecerá diminuta al lado de cualquier manifestación en Madrid. La segunda, que
la manifestación en Lugo estaba, como siempre, dividida. Por un lado, UGT y
CCOO, acompañados por el PSOE y Esquerda Unida (IU), en la única manifestación
que encontramos y a la que nos unimos. Pero tenía que haber otra manifestación
haciendo un recorrido alternativo, protagonizada por la CIG y el BNG, por lo
menos. Si ya somos pocos, ¿por qué nos dividimos? ¿También en Galicia tenemos
que lidiar con esa maldita lucha de patrias?
Pasan los meses, el 1 de mayo se cumplen 7 desde aquel
fatídico 1 de octubre, y cada vez las banderas ganan más derechos que pierden
las personas. En esta lucha de patrias, las palabras de García Lorca se sienten
más contemporáneas que nunca.
“Yo soy español integral y me sería imposible vivir
fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español
nada más, yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una
idea nacionalista, abstracta, por el solo hecho de que ama a su patria con una
venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo.
Canto a España y la siento hasta la médula, pero antes que esto soy hombre del
mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política.”
Dejando el nacionalismo político, toca hablar de otro
tipo de nacionalismo, el del colegio mayor Antonio de Nebrija. Los colegiales
llevan la pulsera del Nebrija, lucen camisetas y sudaderas del mayor, y
defienden su escudo sobre todos los demás colegios. Sin embargo, no todos los
que viven en el colegio son colegiales (del mismo modo que no todos los que
viven en España son españoles). Su nacionalismo excluyente determina qué
condiciones debes cumplir para ser colegial, y por una decisión tan superflua
como no hacer novatadas tus primeros meses de tu primer año, estás fuera. Como
si hubieras nacido en otro país y te mudaras a un Estado xenófobo, donde por
mucho que hagas para integrarte, siempre serás un maldito inmigrante que viene
a robar aquello que pertenece a los nacidos en el país.
Sin embargo, dirección nos ha tendido la mano, también
por sus intereses, por supuesto, pero en cierto modo parte de nuestros
objetivos también son suyos. Supongo que les gustaría recibir menos denuncias
por novatadas al año, aunque casi nunca lleven a nada, y un poco más de paz
social, calmando los ánimos de uno y otro bando. Hasta ahora no han hecho nada
por ayudar a los siniestros, y este año, al movernos, al protestar e insistir,
parece que van a unirse a nuestra causa. Usan el pretexto de que nosotros sí
tenemos iniciativa por participar en las actividades colegiales, pero me cuesta
creer que seamos tan diferentes a los siniestros de otros años. De hecho, creo
que tan solo tuvimos la suerte de encontrar actividades en las que nos dejaron
participar (aparte de aquellas de las que nos echaron), y en cierto modo el
valor de protestar. Pero también la suerte de que nos escucharan. Me niego a
aceptar que los siniestros de generaciones anteriores se buscaran la
marginación de la que eran víctimas. No soy capaz de creerme que tengamos que
ser nosotros quienes constantemente pongamos la iniciativa para acabar contra
una discriminación de la que somos víctimas y no verdugos. Y me pregunto hasta
qué punto dirección está con nosotros.
Cualquier avance es útil y bienvenido, aunque no sea
por nosotros, al menos por las futuras generaciones. Cuando nos vayamos no
quedará ningún legado, pero dejaremos procesos abiertos. Lo que me da miedo es
que dirección domestique nuestra rebeldía y al final no consigamos nada. Que
algunos de los siniestros, los más participativos, logremos integrarnos, pero
los demás queden fuera, manteniendo ese sistema de expulsión que aplasta a la
disidencia. Aunque lográsemos variar ligeramente los principios de la dictadura
de los veteranos, no la haríamos más democrática.
No tenemos nada que dirección necesite, y lo único que
podemos utilizar para negociar con ellos es amenazar con cerrar la puerta a la
cooperación, con lo que también nosotros saldríamos perdiendo. Pero cada vez
dudo más de que este sea el camino adecuado. Día tras día, dirección modera su
discurso, que aunque no sea lo que los veteranos querrían, tampoco es lo que
hablamos con ellos el primer día. Y todavía hay una cosa sobre su postura que
no tengo clara.
A largo plazo, no este año ni el que viene. En un
período que debemos empezar nosotros y que probablemente no veremos terminar,
¿desde dirección quieren acabar con las novatadas? ¿O solo suavizarlas?
¿Reducirlas? ¿O tan solo acabar con la marginación a aquellos que no
participan?
Está claro que a veces no comparto los medios con
ellos, pero soy lo bastante maquiavélica para adaptarme a su modo de hacer las
cosas mientras persigamos el mismo fin. Sin embargo, ya no sé ni siquiera si en
verdad queremos lo mismo. Si estamos colaborando con un fin común o lo único
que hacen es callar a la voz rebelde con falsas promesas.
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